EL PROGRAMA DE CONSERVACIÓN EN EL MUSEO:
CONSERVACIÓN PREVENTIVA, CONSERVACIÓN EN MOVIMIENTOS, CONSERVACIÓN EN ALMACENES
Y ESPACIOS EXPOSITIVOS
por Ramón Ferreres
El presente artículo forma parte del proyecto final realizado para el curso de Museología de la Universidad de Alcalá de Henares.
La fuente de información principal son los materiales didácticos facilitados por la universidad para el seguimiento del curso.
El programa de conservación en el museo tiene como
objetivo preservar la integridad física de los bienes culturales. Para llevar a
cabo esta tarea, imprescindible para que nuestro Patrimonio Cultural perdure,
se utilizan dos herramientas complementarias entre sí: la conservación
preventiva y la restauración. La diferencia entre ambas radica principalmente
en el momento en que se lleva a cabo y
los instrumentos. La conservación preventiva consiste en concebir y planificar
sistemas y procedimientos de forma eficaz, para aumentar la esperanza de vida
de los objetos, anticipándose al deterioro de éstos. La restauración consiste
en una intervención puntual y extraordinaria sobre un objeto para detener un
proceso de deterioro, modificando así parte de su materia. Como vemos en estas
definiciones las diferencias son obvias. Mientras que la restauración se lleva
a cabo en un momento puntual y determinado, la conservación preventiva empieza
antes y ha de evitar en lo posible, o al menos dilatar, la restauración, así
como volver a ponerse en marcha una vez finalizado el proceso de restauración.
Otra diferencia entre ambas radica en que mientras la restauración es
extraordinaria, es decir, no se da de forma habitual; la conservación
preventiva ha de estar siempre presente para ser efectiva y por ello requiere
que se impliquen en ella diferentes departamentos, dándose en el contexto de
todas las funciones del museo como pauta de comportamiento. Para ser efectiva,
debe estar integrada en el museo como sistema e interrelacionarse con el resto
de las funciones.
De todo lo expuesto hasta
ahora, podemos entender como el Código Deontológico del ICOM, determina que la
conservación preventiva ha de primar sobre las intervenciones de restauración.
Siempre es mejor prevenir que curar. En este sentido la prevención
correspondería a la conservación y la curación a la restauración.
Acabamos de ver como actualmente entendemos conservación
en el contexto de museo como sistema. Es por ello que implica no solo factores
ambientales, sino también afecta a diferentes procesos en los que intervienen,
o deberían intervenir, diferentes funciones y departamentos. Estos procesos son
la manipulación, el transporte y embalaje, el almacenamiento o los materiales
usados en el montaje de las exposiciones. No siempre ha sido así. De hecho
hasta mediados de los años 80 se reduce únicamente proteger a los piezas de los
factores ambientales. Y antes de los 80, ni siquiera eso, simplemente se
limitaba a “poner a buen recaudo” los objetos.
La conservación preventiva se
extiende, por tanto, a la conservación en movimientos, en almacenes y en
espacios expositivos. Lógicamente, y dado que todas las funciones están
interrelacionadas, afectará a todas las áreas y funciones del museo:
documentación, investigación, conservación y difusión. Y es que muchas causas
de deterioro son de carácter extrínseco humano, como veremos. Éstas son las más
fáciles de prevenir. Basta con que las medidas de prevención en este sentido,
se conviertan en un hábito de trabajo y una pauta de comportamiento que todos
los trabajadores del museo deben conocer y
asumir con naturalidad, sin que sea vista como un potencial impedimento
para el normal desarrollo de su trabajo.
La conservación preventiva lógicamente ha de conocer las
causas del deterioro para prevenirlas, ya que solo así podrá evitarlas. Los
factores son de diversa índole. A algunos de ellos ya hemos hecho referencia.
Ahora pasaremos a enumerarlos todos. Los factores son intrínsecos o endógenos
cuando son causados por la degradación natural de la materia de la que se
componen y de los procesos y técnicas empleados para su fabricación. Hablamos
de factores extrínsecos o exógenos cuando son causados por los agentes del
entorno. Los primeros han de ser tenidos en cuenta en tanto que los hacen más o
menos resistentes respecto a los segundos. Por ello nos centraremos en los
extrínsecos. Los factores extrínsecos, a su vez, pueden dividirse en ambientales o antrópicos.
Los ambientales son los más tradicionales como la temperatura, la humedad
relativa, la luz, la contaminación y el biodeterioro. Nos hemos referido a
ellos anteriormente como los únicos que se tenían en cuenta con anterioridad a
la década de los 80. Los humanos -
también llamados antrópicos - se derivan tanto de la manipulación incorrecta de
las piezas, como por la incompatibilidad con los materiales próximos. Como ya
hemos comentado, debido a su naturaleza humana son relativamente fáciles de
prevenir siguiendo unas pautas. En especial, los que se derivan de la
incorrecta manipulación de las piezas, como veremos a continuación.
La conservación preventiva en movimientos está sometida
principalmente a peligros de carácter antrópico y dentro de éstos, a los que
hacen referencia a la incorrecta manipulación de las piezas. Los movimientos en
el museo son de diversos tipos: internos y externos. Los internos son los que
se hacen dentro del mismo museo: objetos para ser fotografiados o investigados,
el paso de la exposición al almacén y viceversa, etc. Por riesgos en
movimientos entendemos, además de la manipulación, también aquellos derivados
del embalaje y el trasporte asociados a los movimientos externos y que pueden
deberse tanto a objetos que salen hacia una exposición temporal, como que salen
para ser tratados hacia un laboratorio de restauración externo.
Los riesgos en movimientos,
ya sean debidos a la manipulación, el embalaje o el transporte, pueden
prevenirse aplicando una técnica y una actitud correcta. Ambas se limitan en
buena parte a la aplicación del sentido común y la prudencia. Utilizar una
indumentaria adecuada, despejar el camino que vamos a recorrer con las piezas,
no coger los objetos por sus partes salientes y otros muchos consejos, que no
por ser tan obvios se aplican con asiduidad.
El resto de riesgos también
están presentes en la conservación en movimientos aunque en mucha menor medida.
Puntualmente se pueden dar riesgos ambientales si, por ejemplo, el transporte
que va a llevar a cabo el traslado de una pieza no cuenta con las condiciones
ambientales adecuadas (temperatura, humedad relativa, etc...). En un sentido
similar, puede darse riesgo de carácter antrópico por incompatibilidad con materiales próximos, si en el embalaje de
la pieza se han utilizado materiales perjudiciales para ésta.
La conservación preventiva en
almacenes y espacios expositivos, en cambio, está sometida a todo tipo de
riesgos extrínsecos tanto ambientales como antrópicos -ya se deban a materiales
próximos o a los derivados de la manipulación-.
Las pautas a seguir en
riesgos antrópicos derivados de la manipulación son los mismos que se aplican a
la conservación en movimientos.
Los riesgos ambientales
pueden prevenirse manteniendo la temperatura y la humedad relativa en unos
límites estables, utilizando sistemas de iluminación que no dañen a la pieza,
etc.. En este sentido, hay que tener muy en cuenta los factores intrínsecos o
endógenos, ya que de la técnica empleada para su fabricación, y sobre todo de
las características del material de que estén compuestos, dependerán las
medidas a tomar para prevenir los riesgos ambientales. Del mismo modo, también
tendrán que ser tenidos en cuenta, aunque en menor medida, para prevenir los
riesgos antrópicos derivados de los materiales próximos.
Los riesgos antrópicos
asociados a los materiales próximos comprenden todos aquellos materiales
utilizados para la construcción de las salas de almacenamiento y exposición,
así como las vitrinas que contienen las piezas de las exposiciones permanentes
y temporales o los soportes de almacenamiento -mobiliario- de los almacenes. Las
alteraciones pueden ser de tipo químico al emanarse ciertos componentes de los
materiales de que este fabricada la vitrina o el soporte. El material de éstos
también puede producir alteraciones físicas tales como arañazos o abrasiones.
Pero el programa de conservación en el museo va mucho más
allá de estas pautas de comportamiento y prevención. Es igual de importante,
para una correcta conservación, la planificación y la coordinación. En ello, no
está implicado solamente el departamento de conservación, sino todos los
departamentos del museo, como veremos a continuación:
La correcta conservación en
almacenes, por ejemplo, es una muestra de la importancia de la planificación
previa y como han de ponerse de acuerdo diferentes departamentos. Los departamentos
de Conservación, Documentación e Investigación deben coordinarse para
establecer los protocolos de diferentes procesos: colocación, siglado,
documentación e incluso la utilización más adecuada de los espacios en el
almacén. Los criterios para ordenar y distribuir los fondos han de establecerse
entre estos tres departamentos, ya que afectan a las funciones que han de
llevar a cabo todos estos departamentos. No solo interviene el de conservación,
cuya intervención es lógica ya que es el que más conoce las características
medioambientales del almacén. Pero hay que tener en cuenta que éste no es este
el único factor que influye en una correcta conservación preventiva; también es
necesario que el Departamento de Investigación informe, por ejemplo, del nivel
de investigación al que están sometidos los diferentes objetos; o el de
documentación que sabrá mejor que nadie la situación administrativa de cada
pieza. Esto nos servirá para no tener que hacer movimientos innecesarios de
algunas piezas dentro del almacén, con lo que minimizaremos los riesgos que
puedan sufrir en futuros procesos. Para esto es clave que el archivo
topográfico esté al día, ya que contiene la ubicación de los objetos en el
almacén y en las salas, lo que facilitará la tarea de movimiento de los objetos
que realiza el departamento de Conservación. Otra herramienta fundamental para
la prevención de riesgos es el boletín de desplazamiento que permitirá a
todos los profesionales de los distintos departamentos localizar los objetos
rápidamente. Y es de gran importancia debido a la gran cantidad de movimientos
a los que están sometidas las piezas en la actualidad.
Todo lo referente a
topográfico y al movimiento de fondos debe ser llevado a cabo por los
departamentos de Documentación y Conservación de forma coordinada.
La aportación del
departamento de Investigación, no se reduce a colaborar con el de Documentación
y Conservación para los protocolos de almacén, a los que acabamos de hacer
referencia. Los investigadores, ya sean internos o externos, deben delimitar su
objeto de estudio ya que en caso de que su investigación se encuentre todavía
en una fase preliminar, habrán de conformarse con documentación de archivo
hasta que haya concretado su objeto de estudio. Llegado ese momento, su contacto
con los objetos deberá atenerse a las normas de manipulación que haya
establecido para tal caso el departamento de Conservación. Deben contar siempre
con el personal de conservación para llevar a cabo ciertos procesos de
manipulación, como tests fisico-químicos de identificación de materiales o
cualquier proceso que comporte el desmantelamiento de piezas.
Hasta ahora no hemos hecho
referencia al departamento de Difusión, pero éste también tiene un papel clave
en la conservación preventiva. En primer lugar deberá velar por la conservación
a la hora de elaborar el diseño expositivo de las exposiciones optando por los
materiales más adecuados y por una correcta
distribución de los espacios expositivos. Además el departamento de difusión
es el responsable de elaborar el material didáctico tanto destinado a la
sensibilización del público, como a la concienciación y reciclaje del personal
del museo. El público debe ser también partícipe de la conservación. Es por
eso, que el departamento de difusión - ya sea a través de actividades,
publicaciones o mediante los soportes expositivos – deberá concienciar al
público sobre la actitud a seguir para preservar y conservar el Patrimonio
Histórico.
La elección de
los equipamientos y sistemas de los materiales y soportes empleados para los
equipamientos y sistemas de los
almacenes y los espacios expositivos permanentes es clave, como hemos visto,
para una correcta conservación preventiva. Es una tarea que requiere de mucho
tiempo para valorar y valorar los diferentes materiales y su interacción con
las piezas. En esta tarea, como en las anteriores, deben estar implicados los
diferentes departamentos del museo, así como agentes externos (la empresa
fabricante y/o la instaladora). El principio a seguir en este aspecto es bien
sencillo: se debe optar por la sencillez y la funcionalidad, que permitan la seguridad y la
estabilidad, huyendo de la sofisticación
y de los elevados costes. Esta misión es fácil de cumplir en los almacenes,
pero más complicado en los espacios expositivos permanentes, ya que se suelen
optar por una cierta sofisticación para colmar los objetivos de marketing y de
fidelización del público; olvidándose entonces de la seguridad y estabilidad
que requiere una correcta conservación de las piezas en estos espacios. Es en
este punto en el que es necesaria la comunicación y la claridad de objetivos
entre los distintos agentes implicados.
Esto es aún más
difícil en los espacios expositivos correspondientes a las exposiciones
temporales. Aquí es más complicado que en la colección permanente, el no caer
en la sofisticación y los montajes impactantes. Aquí es necesario más que en
ningún otro caso la colaboración entre el departamento de Conservación y el de
Difusión para que el impacto de la exposición y su accesibilidad intelectual no
entren en conflicto con la política de conservación de la institución. Aunque
es cierto que podemos elegir materiales más baratos para el montaje como las
vitrinas, ya que su vida útil será por un espacio corto de tiempo, no podemos hacer
lo mismo en lo que se refiere a sistemas de iluminación que puede dañar en poco
tiempo los objetos expuestos. Es más correcto optar por un sistema de
iluminación que no va a dañar a los objetos, que optar por uno muy
espectacular, que pueda acabar por comprometer la esperanza de vida de las
piezas expuestas.
Los peligros en
los espacios expositivos correspondientes a exposiciones temporales no se
reducen al montaje de los soportes. Los peligros en este aspecto son múltiples
debido a la rapidez con que deben montarse.
No siempre se dedica el tiempo suficiente a tareas, a las que nos hemos
ya referido, que son claves para la correcta conservación de la pieza: el
embalaje, la planificación de los soportes de las piezas expuestas, la adecuada
elección del medio de transporte elegido para trasladar las piezas, despejar el
camino dentro del que vayamos a recorrer con las piezas, etc. Poco pueden hacer
en este sentido los diferentes departamentos. Y es que no todo está dicho, a
día de hoy, en materia de conservación. Al ser el museo una institución en
constante evolución, cada vez con una mayor complejidad e interrelación entre
sus funciones, surgen constantemente nuevo campos en los que trabajar. El
último, en materia de conservación, son las exposiciones temporales.
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