jueves, 14 de junio de 2012

ARTÍCULO: Seguridad, conservación y áreas espaciales en el museo.


SEGURIDAD, CONSERVACIÓN Y ÁREAS ESPACIALES EN EL MUSEO
por Ramón Ferreres
El presente artículo forma parte del proyecto final realizada para el curso de Museología de la Universidad de Alcalá de Henares.La fuente de información principal son los materiales didácticos facilitados por la universidad para la realización del curso.

            En la actualidad se ha superado la idea, predominante hasta finales de los 90, que a cada función del museo le corresponde un espacio funcional concreto. Por ejemplo, se conserva tanto en los espacios expositivos como en los almacenes. Además, ninguna función implica a un solo departamento. 
Esta concepción ha sido sustituida por la que defiende que en las áreas se llevan a cabo diferentes funciones, teniendo que centrar ahora la atención en los procesos y la presencia o no de público y piezas.
Por otro lado, la seguridad y la conservación en la actualidad son muy diferentes ahora a como lo eran tiempo atrás. Esto se debe en parte, a que ahora el museo está abierto al gran público y a que los procesos y actividades que se llevan a cabo en él  son mayores y mucho más complejos. Es por esto, que la seguridad y  conservación ya no se aplican solamente a los fondos, sino también se pretende la seguridad integral del edificio -desde los años 70-  así como de sus visitantes -desde los años 80-. La seguridad debe estar presente ya en el proyecto de diseño del museo, ya que éste también establecerá las áreas. El Proyecto Arquitectónico organiza las áreas espaciales del museo y establece las características de cada una -entre ellas los principios de seguridad y conservación- y las relaciones entre ellas. El Proyecto Arquitectónico debe seguir lo que dice el Plan Museológico - finalidad y características del museo, colecciones, público y funciones-. Conocido ésto se pueden proyectar las áreas. Es decir, el Plan Museológico precede al Proyecto Arquitectónico. También lo precede y, por tanto, también ha de seguir lo que dice el Programa Funcional. Este Programa Funcional establece las necesidades arquitectónicas y museográficas, dividiendo el museo en áreas y estableciendo las relaciones funcionales.

            En la siguiente clasificación podremos observar como en las diferentes áreas se realizan diferentes funciones. Pero no son sólo las funciones, sino también la presencia de los dos referentes claves del museo- el público y las piezas -, lo que determina las áreas.
También nos permitirá ver en que áreas han de estar presentes medidas de conservación y seguridad. La simple lógica ya nos dicta que los principios de conservación han de observarse donde se encuentran las piezas y la seguridad ha de estar presente tanto donde haya piezas, como donde haya visitantes y trabajadores. No obstante, la complejidad es mayor a la que nos dicta el sentido común, ya que estas áreas deben ser accesibles y además estar interconectadas para que se puedan desarrollar con fluidez las diferentes funciones del museo.

La clasificación es la siguiente: En primer lugar un área pública correspondiente al espacio de acogida del museo. Está caracterizada por la presencia de público y no de piezas. En ella ha de regir el principio de seguridad y debe ser, obviamente, accesible tanto desde el exterior como hacia el área semipública.
En segundo lugar un área semipública (a la que acabamos de hacer referencia) correspondiente a los espacios expositivos. Esta caracterizada por la presencia tanto de piezas como de público, por lo que deben regir en ella los principios de conservación (dada la presencia de piezas, la conservación preventiva es clave) y seguridad. Debe favorecer la accesibilidad interna en tanto que ésta es necesaria para los movimientos que en ella se llevarán a cabo.
En tercer lugar un área interna correspondiente a las áreas de administración, documentación y investigación. Esta caracterizada por la ausencia de público y la presencia de piezas en tránsito. Debe regir en ella la seguridad y ser accesible tanto dentro de ella como hacia el área semipública (recordemos que en ella están las exposiciones) y los almacenes (situados en el área privada que veremos a continuación).
En último lugar, el área privada correspondiente a los almacenes, áreas de mantenimiento y restauración, área de instalaciones eléctricas y zona de carga y descarga. En ella no encontramos público, pero si piezas. Deben regir los principios de seguridad y conservación. 

Como podemos ver cada área tiene unas diferencias especificas y unas necesidades de conservación y seguridad diferentes.

            El concepto de accesibilidad física es clave para  poner en relación estas áreas del museo con la seguridad y la conservación. Todas las áreas deben ser accesibles - en mayor o menor medida dependiendo de la presencia de piezas, público y trabajadores-, y al mismo tiempo esta accesibilidad no ha de entrar en conflicto con la seguridad y la conservación.
Entendemos por accesibilidad - y circulación- física tanto la que se da desde el exterior como una vez en su interior -movimientos internos-. Los movimientos - sobre todo internos - en el museo actual son enormes, dado que el museo funciona como un sistema totalmente interconectado, en el que todas las áreas y funciones están interrelacionadas entre sí. En la clasificación por áreas ya hemos esbozado algunas de las adyacencias que existen entre las diferentes áreas pero es mucho más complejo, como veremos a continuación:

El área pública correspondiente a la recepción es la más concurrida tanto por visitantes, como por los propios trabajadores de museo. Lógicamente debe estar conectada con el resto de áreas. El área semipública correspondiente a las exposiciones tendrá que estar también conectada, a su vez, el área privada de almacenes. Además, está última tendrá que estar conectada, lógicamente, con el área interna donde se sitúa el departamento de documentación e investigación, con los que, como hemos visto en preguntas anteriores, trabaja en estrecha colaboración y dependencia.
La seguridad y la conservación en estos movimientos y su accesibilidad se garantiza, en parte, con la restricción de acceso a determinadas zonas. Otra medida que garantizará la conservación y seguridad será establecer anillos de seguridad, que corresponden a niveles diferenciados de seguridad según las necesidades de las áreas que hemos descrito, así como a la presencia de piezas y público. Existiría un nivel 1 correspondiente a los almacenes que contarán con un solo acceso (que además estará restringido). Un nivel 2 correspondiente a la conexión entre el área interna de investigación y documentación con el área pública de recepción y también con el área privada donde se encuentran los almacenes, restauración, etc. Gran parte de estos movimientos estarán restringidos. Las zonas 3, 4 y 5 se corresponden con la zona semipública de exposiciones, la zona pública de recepción y el perímetro del edificio, respectivamente. A diferencia de las 2 primeras, estas 3 últimas áreas no tienen el acceso restringido y cuentan con el “peligro añadido” de la presencia de visitantes. Hay que comentar que la numeración no responde a la mayor o menor necesariedad de seguridad, sino a las diferentes necesidades de cada zona.

            Hay dos momentos en que seguridad y conservación se ven seriamente comprometidos. Ambos afectan al área semipública correspondiente a las exposiciones, pero por causas diferentes.
La primera causa, es que es el área más interconectada y por tanto la que registra más movimientos internos, como hemos visto.
La segunda causa es la presencia de piezas y público en las áreas de exposiciones. Tanto seguridad, como conservación se ven muy comprometidos en las áreas donde se encuentran tanto piezas como público. Es el caso de los espacios semipúblicos correspondientes a las exposiciones. En el diseño de una exposición, no se debe exponer demasiado las piezas porque se podría producir un accidente (lo que comprometería su conservación) y además podría ser robada (comprometiéndose así su seguridad). No obstante, para prevenir estos riesgos tampoco se puede ir en contra de la accesibilidad y el confort por parte de los visitantes. Más adelante profundizaremos en la incompatibilidad de seguridad y conservación con ciertas funciones del museo.

            De todo lo expuesto hasta el momento, podemos ver como la seguridad es parte de la función de conservación y tan importante como ésta para la conservación del Patrimonio Histórico. La seguridad, al proteger el patrimonio, favorece su conservación, aunque de forma diferente. La conservación protege solamente a las piezas a través de la conservación preventiva y la restauración, centrándose en prevenir riesgos ordinarios. La seguridad, por su parte, previene los riesgos que puedan sufrir las piezas – y también la documentación, el edificio y las instalaciones-, pero también ha de proteger a los visitantes y los trabajadores. Sus funciones son, por tanto, analizar los riesgos (desde los más cotidianos, hasta los más extremos como robos, agresiones, atentados y guerras. ) y adoptar medidas para prevenirlos.
A pesar de estas pequeñas diferencias, seguridad y conservación tienen muchos puntos en común. No hay que olvidar nunca, que la seguridad de los bienes, el público y los trabajadores del museo está estrechamente relacionado con el programa de conservación preventiva y por esto el departamento de conservación y de seguridad han de trabajar coordinadamente y conjuntamente.
Tanto seguridad como conservación siguen la máxima de prevenir antes que curar. En la conservación, prima antes la conservación preventiva que la restauración. En la seguridad, priman las medidas disuasorias, antes que la intervención. Por eso se opta por medidas y sistemas de vigilancia. La disuasión en este sentido es una de las mejores formas de prevención. Esta vigilancia ha de adaptarse a las diferentes secciones del museo, los diferentes accesos y movimientos que se dan y a las diferentes situaciones: museo con público, museo cerrado, museo solo con trabajadores
Tanto seguridad como conservación están implícitas en todas las funciones del museo, las completan y del mismo modo han de adaptarse a ellas.
Cada departamento debe promover medidas de seguridad y conservación. De modo distinto, aunque con el mismo objetivo, estas medidas de seguridad y conservación deben hacerse extensibles a los visitantes.  Existe un reglamento de seguridad para el personal y otro para los visitantes. Estas medidas de seguridad, mediante la adecuada información, se han de explicar amablemente a los visitantes. Y lo mismo sucede con la conservación, y el comportamiento que ha de asumir el público para no interferir con ella.
           
            Como habíamos avanzado, la seguridad y la conservación pueden entrar en conflicto con las funciones del museo. Las funciones del museo, a pesar de tener que convivir con medidas de seguridad y conservación, han de desarrollarse con normalidad. Lo ideal para proteger a los fondos sería encerrarlos en una cámara de seguridad, ya que así se prevendrían riesgos como el robo o los que se desprenden de la convivencia de éstos con el público. No obstante, este hecho entraría en claro conflicto con una de las principales funciones del museo, la difusión. Del mismo modo, la medidas de seguridad no han de cohibir ni entorpecer la labor de los trabajadores del museo. Este sería el caso si se impidiera a los investigadores acceder a los almacenes porque su manipulación podría ponerlas en riesgo.  Esto no quiere decir que cualquiera pueda acceder libremente a los almacenes. Ya hemos visto como éste área tiene un solo acceso y además éste esta restringido, en el caso de que se trate de almacenes no visitables, al personal del museo. Bastará con que el personal de investigación siga las directrices del personal de almacén y que los fondos estén correctamente documentados (en la siguiente pregunta profundizaremos en esta cuestión). Hay casos incluso, en que las propias medidas de seguridad pueden entrar en contradicción entre ellas. Este sería el caso de que para proteger a los objetos expuestos contra las agresiones exteriores se eligieran materiales y estructuras inadecuados para su conservación.
Para que un sistema de seguridad cumpla sus funciones, sin interferir en el resto de las funciones del museo ha de valorar los riesgos existentes y coordinar las prioridades para evitarlos. A este respecto se ha de tener en cuenta las diferentes áreas espaciales del museo, sus adyacencias y sus distintas necesidades en materia de seguridad y conservación.

            No obstante hay riesgos que son inherentes al concepto de museo. Éste al agrupar gran cantidad de nuestro patrimonio en un espacio reducido, lo somete a 2 grandes riesgos para las piezas. Uno de ellos ya la hemos tratado: la posibilidad de malas condiciones de conservación y la de accidentes por la gran cantidad de movimientos y la presencia de público. El otro gran riesgo es que el museo  es fácil de localizar para tanto para ladrones, como para terroristas.
En este último sentido hay que tener en cuenta que la seguridad y la conservación en el museo deberá contar con diversas medidas para prevenir riesgos. Algunas de estas medidas se harán poco presentes para el público, ya que en algunas de ellas su eficacia depende precisamente de ésto. Es el caso de sistemas de vigilancia, detectores y alarmas. Otras se harán más presentes, como las destinadas a la  extinción de incendios o los mecanismos de control ambiental. En último lugar hay una serie de medidas que han de hacerse ostensibles al público y a todo el personal del museo. Su eficacia, como en el primer caso, pero en un sentido inverso, dependen de que sean muy visibles. Son por ejemplo,  los referentes a sistemas de evacuación, códigos acceso a zonas, elementos de protección de piezas o trabajadores, etc.
No hay que olvidar nunca que en el museo hay que proteger a los seres humanos antes que a los objetos. Muchas de las medidas citadas van encaminadas a conseguir esta protección. En este sentido, las mayores medidas de seguridad se darán en el área pública correspondiente a la recepción, ya que es allí por donde empieza todo en el museo. Por ella pasan el mayor número de personas, ya sean visitantes o trabajadores. En ella se llevará a cabo la primera distribución tanto de visitantes como  de otros agentes (distribuidores, proveedores...). Al ser el área pública la más pública, valga la redundacia, es la que está expuesta a mayores peligros. En ella, además, no pueden aplicarse medidas que se aplican en otras áreas del museo, tales como la restricción de acceso.
De forma similar,  el área de almacenes ha sido tradicionalmente olvidada tanto por museólogos como arquitectos, que suelen centrarse en espacios más visibles dentro del museo. Ha de tenerse en cuenta tanto su ubicación como su diseño arquitectónico, ya que de esto depende en gran medida que puedan cumplir su función de conservación, así como que su ubicación permita una fácil conexión con las áreas hacia las que previsiblemente se dirigirán las piezas: salas de exposición, plato de fotografía, laboratorio de restauración...

A modo de conclusión, recordar que todas las áreas del museo deben contar con medidas de seguridad y conservación dependiendo de sus diferentes características y procesos en los que estén implicadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario