martes, 19 de junio de 2012

CURIOSIDADES: "Los pitufos ya tienen su propio museo"


MUSEO MOOF  Bruselas

En mi tercer cumpleaños me regalaron mi primer pitufo. Y a él le siguieron otros muchos, así como sus enseres vitales: la casa, el pozo, el coche... O sea, todo aquello que la sociedad de los 70 y 80 sociedad consideraba esencial.
Estos pequeñajos de color azul se han hecho un hueco en el mundo de los museos. ¡Todo es museable!


El museo Moof (abreviatura de Museo de Figuras Originales) en Bruselas nos brinda la oportunidad de conocer la historia de, no sólo los pitufos, sino de muchos otros personajes surgidos del mundo del cómic occidental (para diferenciarlo de otros géneros como el manga japonés). En sus vitrinas encontramos personajes que, en algún u otro momento de muestra infancia, habrán "sufrido" en nuestras torpes manos de niño. Asterix y Obelix, Tintín y sus colegas, Lucky Luke....



          
En sus impolutas vitrinas y con la pintura intacta - no como mi primer pitufo, cuyo azul original acabó repartido entre mis uñas y probablemente mi aparato digestivo -, el MOOF nos ofrece un recorrido por la historia de estas figuritas de plástico. Una oportunidad de echar la vista atrás y enseñar a los más pequeños como éramos antes de la era digital, de la televisión multicanal y de internet. Aquellos años en los que la aparente rigidez del plástico cobraba vida en nuestra imaginación.




Aquí os dejo el link del museo, inaugurado hace menos de un año: Página web del MOOF

Tendré que coger un avión, meter a mis pitufos en la maleta y presentarles a esta aristocracia pitufil.

Cómo llegar?

jueves, 14 de junio de 2012

HEMEROTECA: "Los diez mejores museos del mundo".

http://www.vanguardia.com.mx/losdiezmejoresmuseosdelmundo-1291226.html
FUENTE: LA VANGUARDIA - MÉXICO -

ARTÍCULO: Seguridad, conservación y áreas espaciales en el museo.


SEGURIDAD, CONSERVACIÓN Y ÁREAS ESPACIALES EN EL MUSEO
por Ramón Ferreres
El presente artículo forma parte del proyecto final realizada para el curso de Museología de la Universidad de Alcalá de Henares.La fuente de información principal son los materiales didácticos facilitados por la universidad para la realización del curso.

            En la actualidad se ha superado la idea, predominante hasta finales de los 90, que a cada función del museo le corresponde un espacio funcional concreto. Por ejemplo, se conserva tanto en los espacios expositivos como en los almacenes. Además, ninguna función implica a un solo departamento. 
Esta concepción ha sido sustituida por la que defiende que en las áreas se llevan a cabo diferentes funciones, teniendo que centrar ahora la atención en los procesos y la presencia o no de público y piezas.
Por otro lado, la seguridad y la conservación en la actualidad son muy diferentes ahora a como lo eran tiempo atrás. Esto se debe en parte, a que ahora el museo está abierto al gran público y a que los procesos y actividades que se llevan a cabo en él  son mayores y mucho más complejos. Es por esto, que la seguridad y  conservación ya no se aplican solamente a los fondos, sino también se pretende la seguridad integral del edificio -desde los años 70-  así como de sus visitantes -desde los años 80-. La seguridad debe estar presente ya en el proyecto de diseño del museo, ya que éste también establecerá las áreas. El Proyecto Arquitectónico organiza las áreas espaciales del museo y establece las características de cada una -entre ellas los principios de seguridad y conservación- y las relaciones entre ellas. El Proyecto Arquitectónico debe seguir lo que dice el Plan Museológico - finalidad y características del museo, colecciones, público y funciones-. Conocido ésto se pueden proyectar las áreas. Es decir, el Plan Museológico precede al Proyecto Arquitectónico. También lo precede y, por tanto, también ha de seguir lo que dice el Programa Funcional. Este Programa Funcional establece las necesidades arquitectónicas y museográficas, dividiendo el museo en áreas y estableciendo las relaciones funcionales.

            En la siguiente clasificación podremos observar como en las diferentes áreas se realizan diferentes funciones. Pero no son sólo las funciones, sino también la presencia de los dos referentes claves del museo- el público y las piezas -, lo que determina las áreas.
También nos permitirá ver en que áreas han de estar presentes medidas de conservación y seguridad. La simple lógica ya nos dicta que los principios de conservación han de observarse donde se encuentran las piezas y la seguridad ha de estar presente tanto donde haya piezas, como donde haya visitantes y trabajadores. No obstante, la complejidad es mayor a la que nos dicta el sentido común, ya que estas áreas deben ser accesibles y además estar interconectadas para que se puedan desarrollar con fluidez las diferentes funciones del museo.

La clasificación es la siguiente: En primer lugar un área pública correspondiente al espacio de acogida del museo. Está caracterizada por la presencia de público y no de piezas. En ella ha de regir el principio de seguridad y debe ser, obviamente, accesible tanto desde el exterior como hacia el área semipública.
En segundo lugar un área semipública (a la que acabamos de hacer referencia) correspondiente a los espacios expositivos. Esta caracterizada por la presencia tanto de piezas como de público, por lo que deben regir en ella los principios de conservación (dada la presencia de piezas, la conservación preventiva es clave) y seguridad. Debe favorecer la accesibilidad interna en tanto que ésta es necesaria para los movimientos que en ella se llevarán a cabo.
En tercer lugar un área interna correspondiente a las áreas de administración, documentación y investigación. Esta caracterizada por la ausencia de público y la presencia de piezas en tránsito. Debe regir en ella la seguridad y ser accesible tanto dentro de ella como hacia el área semipública (recordemos que en ella están las exposiciones) y los almacenes (situados en el área privada que veremos a continuación).
En último lugar, el área privada correspondiente a los almacenes, áreas de mantenimiento y restauración, área de instalaciones eléctricas y zona de carga y descarga. En ella no encontramos público, pero si piezas. Deben regir los principios de seguridad y conservación. 

Como podemos ver cada área tiene unas diferencias especificas y unas necesidades de conservación y seguridad diferentes.

            El concepto de accesibilidad física es clave para  poner en relación estas áreas del museo con la seguridad y la conservación. Todas las áreas deben ser accesibles - en mayor o menor medida dependiendo de la presencia de piezas, público y trabajadores-, y al mismo tiempo esta accesibilidad no ha de entrar en conflicto con la seguridad y la conservación.
Entendemos por accesibilidad - y circulación- física tanto la que se da desde el exterior como una vez en su interior -movimientos internos-. Los movimientos - sobre todo internos - en el museo actual son enormes, dado que el museo funciona como un sistema totalmente interconectado, en el que todas las áreas y funciones están interrelacionadas entre sí. En la clasificación por áreas ya hemos esbozado algunas de las adyacencias que existen entre las diferentes áreas pero es mucho más complejo, como veremos a continuación:

El área pública correspondiente a la recepción es la más concurrida tanto por visitantes, como por los propios trabajadores de museo. Lógicamente debe estar conectada con el resto de áreas. El área semipública correspondiente a las exposiciones tendrá que estar también conectada, a su vez, el área privada de almacenes. Además, está última tendrá que estar conectada, lógicamente, con el área interna donde se sitúa el departamento de documentación e investigación, con los que, como hemos visto en preguntas anteriores, trabaja en estrecha colaboración y dependencia.
La seguridad y la conservación en estos movimientos y su accesibilidad se garantiza, en parte, con la restricción de acceso a determinadas zonas. Otra medida que garantizará la conservación y seguridad será establecer anillos de seguridad, que corresponden a niveles diferenciados de seguridad según las necesidades de las áreas que hemos descrito, así como a la presencia de piezas y público. Existiría un nivel 1 correspondiente a los almacenes que contarán con un solo acceso (que además estará restringido). Un nivel 2 correspondiente a la conexión entre el área interna de investigación y documentación con el área pública de recepción y también con el área privada donde se encuentran los almacenes, restauración, etc. Gran parte de estos movimientos estarán restringidos. Las zonas 3, 4 y 5 se corresponden con la zona semipública de exposiciones, la zona pública de recepción y el perímetro del edificio, respectivamente. A diferencia de las 2 primeras, estas 3 últimas áreas no tienen el acceso restringido y cuentan con el “peligro añadido” de la presencia de visitantes. Hay que comentar que la numeración no responde a la mayor o menor necesariedad de seguridad, sino a las diferentes necesidades de cada zona.

            Hay dos momentos en que seguridad y conservación se ven seriamente comprometidos. Ambos afectan al área semipública correspondiente a las exposiciones, pero por causas diferentes.
La primera causa, es que es el área más interconectada y por tanto la que registra más movimientos internos, como hemos visto.
La segunda causa es la presencia de piezas y público en las áreas de exposiciones. Tanto seguridad, como conservación se ven muy comprometidos en las áreas donde se encuentran tanto piezas como público. Es el caso de los espacios semipúblicos correspondientes a las exposiciones. En el diseño de una exposición, no se debe exponer demasiado las piezas porque se podría producir un accidente (lo que comprometería su conservación) y además podría ser robada (comprometiéndose así su seguridad). No obstante, para prevenir estos riesgos tampoco se puede ir en contra de la accesibilidad y el confort por parte de los visitantes. Más adelante profundizaremos en la incompatibilidad de seguridad y conservación con ciertas funciones del museo.

            De todo lo expuesto hasta el momento, podemos ver como la seguridad es parte de la función de conservación y tan importante como ésta para la conservación del Patrimonio Histórico. La seguridad, al proteger el patrimonio, favorece su conservación, aunque de forma diferente. La conservación protege solamente a las piezas a través de la conservación preventiva y la restauración, centrándose en prevenir riesgos ordinarios. La seguridad, por su parte, previene los riesgos que puedan sufrir las piezas – y también la documentación, el edificio y las instalaciones-, pero también ha de proteger a los visitantes y los trabajadores. Sus funciones son, por tanto, analizar los riesgos (desde los más cotidianos, hasta los más extremos como robos, agresiones, atentados y guerras. ) y adoptar medidas para prevenirlos.
A pesar de estas pequeñas diferencias, seguridad y conservación tienen muchos puntos en común. No hay que olvidar nunca, que la seguridad de los bienes, el público y los trabajadores del museo está estrechamente relacionado con el programa de conservación preventiva y por esto el departamento de conservación y de seguridad han de trabajar coordinadamente y conjuntamente.
Tanto seguridad como conservación siguen la máxima de prevenir antes que curar. En la conservación, prima antes la conservación preventiva que la restauración. En la seguridad, priman las medidas disuasorias, antes que la intervención. Por eso se opta por medidas y sistemas de vigilancia. La disuasión en este sentido es una de las mejores formas de prevención. Esta vigilancia ha de adaptarse a las diferentes secciones del museo, los diferentes accesos y movimientos que se dan y a las diferentes situaciones: museo con público, museo cerrado, museo solo con trabajadores
Tanto seguridad como conservación están implícitas en todas las funciones del museo, las completan y del mismo modo han de adaptarse a ellas.
Cada departamento debe promover medidas de seguridad y conservación. De modo distinto, aunque con el mismo objetivo, estas medidas de seguridad y conservación deben hacerse extensibles a los visitantes.  Existe un reglamento de seguridad para el personal y otro para los visitantes. Estas medidas de seguridad, mediante la adecuada información, se han de explicar amablemente a los visitantes. Y lo mismo sucede con la conservación, y el comportamiento que ha de asumir el público para no interferir con ella.
           
            Como habíamos avanzado, la seguridad y la conservación pueden entrar en conflicto con las funciones del museo. Las funciones del museo, a pesar de tener que convivir con medidas de seguridad y conservación, han de desarrollarse con normalidad. Lo ideal para proteger a los fondos sería encerrarlos en una cámara de seguridad, ya que así se prevendrían riesgos como el robo o los que se desprenden de la convivencia de éstos con el público. No obstante, este hecho entraría en claro conflicto con una de las principales funciones del museo, la difusión. Del mismo modo, la medidas de seguridad no han de cohibir ni entorpecer la labor de los trabajadores del museo. Este sería el caso si se impidiera a los investigadores acceder a los almacenes porque su manipulación podría ponerlas en riesgo.  Esto no quiere decir que cualquiera pueda acceder libremente a los almacenes. Ya hemos visto como éste área tiene un solo acceso y además éste esta restringido, en el caso de que se trate de almacenes no visitables, al personal del museo. Bastará con que el personal de investigación siga las directrices del personal de almacén y que los fondos estén correctamente documentados (en la siguiente pregunta profundizaremos en esta cuestión). Hay casos incluso, en que las propias medidas de seguridad pueden entrar en contradicción entre ellas. Este sería el caso de que para proteger a los objetos expuestos contra las agresiones exteriores se eligieran materiales y estructuras inadecuados para su conservación.
Para que un sistema de seguridad cumpla sus funciones, sin interferir en el resto de las funciones del museo ha de valorar los riesgos existentes y coordinar las prioridades para evitarlos. A este respecto se ha de tener en cuenta las diferentes áreas espaciales del museo, sus adyacencias y sus distintas necesidades en materia de seguridad y conservación.

            No obstante hay riesgos que son inherentes al concepto de museo. Éste al agrupar gran cantidad de nuestro patrimonio en un espacio reducido, lo somete a 2 grandes riesgos para las piezas. Uno de ellos ya la hemos tratado: la posibilidad de malas condiciones de conservación y la de accidentes por la gran cantidad de movimientos y la presencia de público. El otro gran riesgo es que el museo  es fácil de localizar para tanto para ladrones, como para terroristas.
En este último sentido hay que tener en cuenta que la seguridad y la conservación en el museo deberá contar con diversas medidas para prevenir riesgos. Algunas de estas medidas se harán poco presentes para el público, ya que en algunas de ellas su eficacia depende precisamente de ésto. Es el caso de sistemas de vigilancia, detectores y alarmas. Otras se harán más presentes, como las destinadas a la  extinción de incendios o los mecanismos de control ambiental. En último lugar hay una serie de medidas que han de hacerse ostensibles al público y a todo el personal del museo. Su eficacia, como en el primer caso, pero en un sentido inverso, dependen de que sean muy visibles. Son por ejemplo,  los referentes a sistemas de evacuación, códigos acceso a zonas, elementos de protección de piezas o trabajadores, etc.
No hay que olvidar nunca que en el museo hay que proteger a los seres humanos antes que a los objetos. Muchas de las medidas citadas van encaminadas a conseguir esta protección. En este sentido, las mayores medidas de seguridad se darán en el área pública correspondiente a la recepción, ya que es allí por donde empieza todo en el museo. Por ella pasan el mayor número de personas, ya sean visitantes o trabajadores. En ella se llevará a cabo la primera distribución tanto de visitantes como  de otros agentes (distribuidores, proveedores...). Al ser el área pública la más pública, valga la redundacia, es la que está expuesta a mayores peligros. En ella, además, no pueden aplicarse medidas que se aplican en otras áreas del museo, tales como la restricción de acceso.
De forma similar,  el área de almacenes ha sido tradicionalmente olvidada tanto por museólogos como arquitectos, que suelen centrarse en espacios más visibles dentro del museo. Ha de tenerse en cuenta tanto su ubicación como su diseño arquitectónico, ya que de esto depende en gran medida que puedan cumplir su función de conservación, así como que su ubicación permita una fácil conexión con las áreas hacia las que previsiblemente se dirigirán las piezas: salas de exposición, plato de fotografía, laboratorio de restauración...

A modo de conclusión, recordar que todas las áreas del museo deben contar con medidas de seguridad y conservación dependiendo de sus diferentes características y procesos en los que estén implicadas.

lunes, 11 de junio de 2012

HEMEROTECA: ¿Qué es el ICOM?

http://es.wikipedia.org/wiki/Consejo_Internacional_de_Museos
FUENTE: WIKIPEDIA.

HEMEROTECA: Museos más visitados del mundo.

http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Museos_m%C3%A1s_visitados_del_mundo
FUENTE: WIKIPEDIA

ARTÍCULO: El programa de conservación en el Museo


EL PROGRAMA DE CONSERVACIÓN EN EL MUSEO: CONSERVACIÓN PREVENTIVA, CONSERVACIÓN EN MOVIMIENTOS, CONSERVACIÓN EN ALMACENES Y ESPACIOS EXPOSITIVOS
por Ramón Ferreres 
El presente artículo forma parte del proyecto final realizado para el curso de Museología de la Universidad de Alcalá de Henares.
La fuente de información principal son los materiales didácticos facilitados por la universidad para el seguimiento del curso.

            El programa de conservación en el museo tiene como objetivo preservar la integridad física de los bienes culturales. Para llevar a cabo esta tarea, imprescindible para que nuestro Patrimonio Cultural perdure, se utilizan dos herramientas complementarias entre sí: la conservación preventiva y la restauración. La diferencia entre ambas radica principalmente en el momento en que se lleva  a cabo y los instrumentos. La conservación preventiva consiste en concebir y planificar sistemas y procedimientos de forma eficaz, para aumentar la esperanza de vida de los objetos, anticipándose al deterioro de éstos. La restauración consiste en una intervención puntual y extraordinaria sobre un objeto para detener un proceso de deterioro, modificando así parte de su materia. Como vemos en estas definiciones las diferencias son obvias. Mientras que la restauración se lleva a cabo en un momento puntual y determinado, la conservación preventiva empieza antes y ha de evitar en lo posible, o al menos dilatar, la restauración, así como volver a ponerse en marcha una vez finalizado el proceso de restauración. Otra diferencia entre ambas radica en que mientras la restauración es extraordinaria, es decir, no se da de forma habitual; la conservación preventiva ha de estar siempre presente para ser efectiva y por ello requiere que se impliquen en ella diferentes departamentos, dándose en el contexto de todas las funciones del museo como pauta de comportamiento. Para ser efectiva, debe estar integrada en el museo como sistema e interrelacionarse con el resto de las funciones.
De todo lo expuesto hasta ahora, podemos entender como el Código Deontológico del ICOM, determina que la conservación preventiva ha de primar sobre las intervenciones de restauración. Siempre es mejor prevenir que curar. En este sentido la prevención correspondería a la conservación y la curación a la restauración.

            Acabamos de ver como actualmente entendemos conservación en el contexto de museo como sistema. Es por ello que implica no solo factores ambientales, sino también afecta a diferentes procesos en los que intervienen, o deberían intervenir, diferentes funciones y departamentos. Estos procesos son la manipulación, el transporte y embalaje, el almacenamiento o los materiales usados en el montaje de las exposiciones. No siempre ha sido así. De hecho hasta mediados de los años 80 se reduce únicamente proteger a los piezas de los factores ambientales. Y antes de los 80, ni siquiera eso, simplemente se limitaba a “poner a buen recaudo” los objetos.
La conservación preventiva se extiende, por tanto, a la conservación en movimientos, en almacenes y en espacios expositivos. Lógicamente, y dado que todas las funciones están interrelacionadas, afectará a todas las áreas y funciones del museo: documentación, investigación, conservación y difusión. Y es que muchas causas de deterioro son de carácter extrínseco humano, como veremos. Éstas son las más fáciles de prevenir. Basta con que las medidas de prevención en este sentido, se conviertan en un hábito de trabajo y una pauta de comportamiento que todos los trabajadores del museo deben conocer y  asumir con naturalidad, sin que sea vista como un potencial impedimento para el normal desarrollo de su trabajo.

            La conservación preventiva lógicamente ha de conocer las causas del deterioro para prevenirlas, ya que solo así podrá evitarlas. Los factores son de diversa índole. A algunos de ellos ya hemos hecho referencia. Ahora pasaremos a enumerarlos todos. Los factores son intrínsecos o endógenos cuando son causados por la degradación natural de la materia de la que se componen y de los procesos y técnicas empleados para su fabricación. Hablamos de factores extrínsecos o exógenos cuando son causados por los agentes del entorno. Los primeros han de ser tenidos en cuenta en tanto que los hacen más o menos resistentes respecto a los segundos. Por ello nos centraremos en los extrínsecos. Los factores extrínsecos, a su vez,  pueden dividirse en ambientales o antrópicos. Los ambientales son los más tradicionales como la temperatura, la humedad relativa, la luz, la contaminación y el biodeterioro. Nos hemos referido a ellos anteriormente como los únicos que se tenían en cuenta con anterioridad a la década de los 80.  Los humanos - también llamados antrópicos - se derivan tanto de la manipulación incorrecta de las piezas, como por la incompatibilidad con los materiales próximos. Como ya hemos comentado, debido a su naturaleza humana son relativamente fáciles de prevenir siguiendo unas pautas. En especial, los que se derivan de la incorrecta manipulación de las piezas, como veremos a continuación.

            La conservación preventiva en movimientos está sometida principalmente a peligros de carácter antrópico y dentro de éstos, a los que hacen referencia a la incorrecta manipulación de las piezas. Los movimientos en el museo son de diversos tipos: internos y externos. Los internos son los que se hacen dentro del mismo museo: objetos para ser fotografiados o investigados, el paso de la exposición al almacén y viceversa, etc. Por riesgos en movimientos entendemos, además de la manipulación, también aquellos derivados del embalaje y el trasporte asociados a los movimientos externos y que pueden deberse tanto a objetos que salen hacia una exposición temporal, como que salen para ser tratados hacia un laboratorio de restauración externo.
Los riesgos en movimientos, ya sean debidos a la manipulación, el embalaje o el transporte, pueden prevenirse aplicando una técnica y una actitud correcta. Ambas se limitan en buena parte a la aplicación del sentido común y la prudencia. Utilizar una indumentaria adecuada, despejar el camino que vamos a recorrer con las piezas, no coger los objetos por sus partes salientes y otros muchos consejos, que no por ser tan obvios se aplican con asiduidad.
El resto de riesgos también están presentes en la conservación en movimientos aunque en mucha menor medida. Puntualmente se pueden dar riesgos ambientales si, por ejemplo, el transporte que va a llevar a cabo el traslado de una pieza no cuenta con las condiciones ambientales adecuadas (temperatura, humedad relativa, etc...). En un sentido similar, puede darse riesgo de carácter antrópico por incompatibilidad  con materiales próximos, si en el embalaje de la pieza se han utilizado materiales perjudiciales para ésta.

La conservación preventiva en almacenes y espacios expositivos, en cambio, está sometida a todo tipo de riesgos extrínsecos tanto ambientales como antrópicos -ya se deban a materiales próximos o a los derivados de la manipulación-.
Las pautas a seguir en riesgos antrópicos derivados de la manipulación son los mismos que se aplican a la conservación en movimientos.
Los riesgos ambientales pueden prevenirse manteniendo la temperatura y la humedad relativa en unos límites estables, utilizando sistemas de iluminación que no dañen a la pieza, etc.. En este sentido, hay que tener muy en cuenta los factores intrínsecos o endógenos, ya que de la técnica empleada para su fabricación, y sobre todo de las características del material de que estén compuestos, dependerán las medidas a tomar para prevenir los riesgos ambientales. Del mismo modo, también tendrán que ser tenidos en cuenta, aunque en menor medida, para prevenir los riesgos antrópicos derivados de los materiales próximos.
Los riesgos antrópicos asociados a los materiales próximos comprenden todos aquellos materiales utilizados para la construcción de las salas de almacenamiento y exposición, así como las vitrinas que contienen las piezas de las exposiciones permanentes y temporales o los soportes de almacenamiento -mobiliario- de los almacenes. Las alteraciones pueden ser de tipo químico al emanarse ciertos componentes de los materiales de que este fabricada la vitrina o el soporte. El material de éstos también puede producir alteraciones físicas tales como arañazos o abrasiones.

           
            Pero el programa de conservación en el museo va mucho más allá de estas pautas de comportamiento y prevención. Es igual de importante, para una correcta conservación, la planificación y la coordinación. En ello, no está implicado solamente el departamento de conservación, sino todos los departamentos del museo, como veremos a continuación:

La correcta conservación en almacenes, por ejemplo, es una muestra de la importancia de la planificación previa y como han de ponerse de acuerdo diferentes departamentos. Los departamentos de Conservación, Documentación e Investigación deben coordinarse para establecer los protocolos de diferentes procesos: colocación, siglado, documentación e incluso la utilización más adecuada de los espacios en el almacén. Los criterios para ordenar y distribuir los fondos han de establecerse entre estos tres departamentos, ya que afectan a las funciones que han de llevar a cabo todos estos departamentos. No solo interviene el de conservación, cuya intervención es lógica ya que es el que más conoce las características medioambientales del almacén. Pero hay que tener en cuenta que éste no es este el único factor que influye en una correcta conservación preventiva; también es necesario que el Departamento de Investigación informe, por ejemplo, del nivel de investigación al que están sometidos los diferentes objetos; o el de documentación que sabrá mejor que nadie la situación administrativa de cada pieza. Esto nos servirá para no tener que hacer movimientos innecesarios de algunas piezas dentro del almacén, con lo que minimizaremos los riesgos que puedan sufrir en futuros procesos. Para esto es clave que el archivo topográfico esté al día, ya que contiene la ubicación de los objetos en el almacén y en las salas, lo que facilitará la tarea de movimiento de los objetos que realiza el departamento de Conservación. Otra herramienta fundamental para la prevención de riesgos es el boletín de desplazamiento que permitirá a todos los profesionales de los distintos departamentos localizar los objetos rápidamente. Y es de gran importancia debido a la gran cantidad de movimientos a los que están sometidas las piezas en la actualidad.
Todo lo referente a topográfico y al movimiento de fondos debe ser llevado a cabo por los departamentos de Documentación y Conservación de forma coordinada.
La aportación del departamento de Investigación, no se reduce a colaborar con el de Documentación y Conservación para los protocolos de almacén, a los que acabamos de hacer referencia. Los investigadores, ya sean internos o externos, deben delimitar su objeto de estudio ya que en caso de que su investigación se encuentre todavía en una fase preliminar, habrán de conformarse con documentación de archivo hasta que haya concretado su objeto de estudio. Llegado ese momento, su contacto con los objetos deberá atenerse a las normas de manipulación que haya establecido para tal caso el departamento de Conservación. Deben contar siempre con el personal de conservación para llevar a cabo ciertos procesos de manipulación, como tests fisico-químicos de identificación de materiales o cualquier proceso que comporte el desmantelamiento de piezas.
Hasta ahora no hemos hecho referencia al departamento de Difusión, pero éste también tiene un papel clave en la conservación preventiva. En primer lugar deberá velar por la conservación a la hora de elaborar el diseño expositivo de las exposiciones optando por los materiales más adecuados y por una correcta distribución de los espacios expositivos. Además el departamento de difusión es el responsable de elaborar el material didáctico tanto destinado a la sensibilización del público, como a la concienciación y reciclaje del personal del museo. El público debe ser también partícipe de la conservación. Es por eso, que el departamento de difusión - ya sea a través de actividades, publicaciones o mediante los soportes expositivos – deberá concienciar al público sobre la actitud a seguir para preservar y conservar el Patrimonio Histórico.

La elección de los equipamientos y sistemas de los materiales y soportes empleados para los equipamientos y sistemas de  los almacenes y los espacios expositivos permanentes es clave, como hemos visto, para una correcta conservación preventiva. Es una tarea que requiere de mucho tiempo para valorar y valorar los diferentes materiales y su interacción con las piezas. En esta tarea, como en las anteriores, deben estar implicados los diferentes departamentos del museo, así como agentes externos (la empresa fabricante y/o la instaladora). El principio a seguir en este aspecto es bien sencillo: se debe optar por la sencillez y la funcionalidad,   que permitan la seguridad y la estabilidad,  huyendo de la sofisticación y de los elevados costes. Esta misión es fácil de cumplir en los almacenes, pero más complicado en los espacios expositivos permanentes, ya que se suelen optar por una cierta sofisticación para colmar los objetivos de marketing y de fidelización del público; olvidándose entonces de la seguridad y estabilidad que requiere una correcta conservación de las piezas en estos espacios. Es en este punto en el que es necesaria la comunicación y la claridad de objetivos entre los distintos agentes implicados.
Esto es aún más difícil en los espacios expositivos correspondientes a las exposiciones temporales. Aquí es más complicado que en la colección permanente, el no caer en la sofisticación y los montajes impactantes. Aquí es necesario más que en ningún otro caso la colaboración entre el departamento de Conservación y el de Difusión para que el impacto de la exposición y su accesibilidad intelectual no entren en conflicto con la política de conservación de la institución. Aunque es cierto que podemos elegir materiales más baratos para el montaje como las vitrinas, ya que su vida útil será por un espacio corto de tiempo, no podemos hacer lo mismo en lo que se refiere a sistemas de iluminación que puede dañar en poco tiempo los objetos expuestos. Es más correcto optar por un sistema de iluminación que no va a dañar a los objetos, que optar por uno muy espectacular, que pueda acabar por comprometer la esperanza de vida de las piezas expuestas.
Los peligros en los espacios expositivos correspondientes a exposiciones temporales no se reducen al montaje de los soportes. Los peligros en este aspecto son múltiples debido a la rapidez con que deben montarse.  No siempre se dedica el tiempo suficiente a tareas, a las que nos hemos ya referido, que son claves para la correcta conservación de la pieza: el embalaje, la planificación de los soportes de las piezas expuestas, la adecuada elección del medio de transporte elegido para trasladar las piezas, despejar el camino dentro del que vayamos a recorrer con las piezas, etc. Poco pueden hacer en este sentido los diferentes departamentos. Y es que no todo está dicho, a día de hoy, en materia de conservación. Al ser el museo una institución en constante evolución, cada vez con una mayor complejidad e interrelación entre sus funciones, surgen constantemente nuevo campos en los que trabajar. El último, en materia de conservación, son las exposiciones temporales.

viernes, 8 de junio de 2012

HEMEROTECA: "Los grandes museos del mundo abren sus puertas a Internet"

http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2008/01/26/actualidad/1201339678_850215.html
FUENTE: EL PAÍS.

ARTÍCULO: Las funciones del museo y su reflejo en el sistema DOMUS.


LAS FUNCIONES DEL MUSEO Y SU REFLEJO EN EL SISTEMA DOMUS
por Ramón Ferreres
El presente artículo forma parte del proyecto final realizado para el curso de Museología de la Universidad de Alcalá de Henares.
La fuente de información principal son los materiales didácticos facilitados por la universidad para el seguimiento del curso.


Las funciones básicas del museo son 5 : Acopio, conservación, investigación, documentación y difusión; independientemente de que alguna de ellas pueda agruparse en un mismo departamento.

La novedad del sistema Domus es que permite registrar dos procesos de documentación: la documentación del fondo o registro del proceso vital de la pieza y la documentación de fondos administrativos y museológicos.
La documentación del fondo, a su vez,  tiene tres momentos: el de ingreso, el de control de fondos y el de gestión administrativa de los fondos.

A continuación describiremos a grandes rasgos la estructura funcional del sistema DOMUS, para a continuación mostrar como queda reflejada cada una de las funciones, profundizando así en su estructura funcional.
Analizaremos las funciones y su papel de forma separada. Primero en lo que respecta al proceso documental del fondo. Después nos referiremos a los fondos administrativos y museológicos.

Las funciones y su reflejo en el proceso de documentación del fondo:

            La función de documentación se refleja en diferentes momentos. Es clave en el primer momento, el ingreso de fondos, en el que produce la documentación correspondiente al registro en el libro de preingresos o en el de ingresos no registables ( o temporales). También interviene en el momento inmediatamente posterior, correspondiente a la primera fase del proceso de control de fondos – conservación y catalogación-, en el cual se inscriben, en los libros de registro, las piezas que ingresarán definitivamente en el museo y dependiendo de su titularidad se inscribirán en diferentes Bases de Datos: de la colección permanente, de los depósitos estatales y de los depósitos de otras titularidades. Vemos por tanto, como resulta un total de 5 libros de registro.
El departamento de documentación intervendrá también en en la segunda fase del control de fondos, correspondiente a la conservación y catalogación. En este caso, se interrelacionará en el proceso con la función de investigación y conservación. Su papel será simple, en comparación con el de los otros dos departamentos. Se limitará a documentar gráficamente la pieza. Esta documentación quedará vinculada a la ficha de inventario.-catálogo (luego hablaremos de este instrumento). Además rellenará las fichas de inventario, con la ayuda del departamento de investigación.  Esto encuentra su explicación en que el numero de registro coincide con el número de inventario ( más adelante nos referiremos a las fichas de inventario en tanto que serán también de catalogo).
El proceso de Gestión de fondos, la tercera y última fase del proceso documental del fondo,  implica también al departamento de documentación. En la mayoría de museos se encarga de esta tarea,  que implica principalmente la gestión de movimientos, aunque dependiendo de como se organice puede realizarlo también el de conservación. Existe una base de datos para movimientos internos y otra para movimientos externos. Los internos pueden ser a largo plazo si el destino es el almacén o exposiciones permanentes o temporales; o a largo corto plazo si van a conservación o investigación. Los externos registran la salida de piezas fuera del museo y requieren, como veremos, informes de restauración y/o investigación.

            La función de investigación entra en escena una vez el departamento de documentación ha documentado el fondo ingresándolo. Ahora será principalmente el departamento de investigación quien catalogará el fondo (con la ayuda del de documentación como hemos visto, y del de conservación, como veremos más adelante). La catalogación consiste en la elaboración de fichas de inventario, que permiten la recuperación de información secundaria, y de fichas de catálogo,  soporte de la información principal. Esta ficha de inventario-catálogo  es el instrumento clave dentro del sistema Domus ya que es a la vez, como hemos visto, un instrumento para identificar y localizar la pieza y acceder y recuperar la información secundaria de cualquier departamento  y también un contenedor básico de la información relativa a la pieza. Los campos de inventario los rellenaran los documentalistas, como hemos comentado, con la ayuda de los investigadores, ya que éstos campos además de los números de ingreso e inventario, contienen una clasificación genérica del objeto, así como su descripción científica: dimensiones, material del que se componen, técnicas empleadas para su elaboración y aspectos de identificación histórica tales como firmas, inscripciones o marcas. En lo que respecta a los campos como ficha de catálogo, son rellenados exclusivamente por los investigadores ya que contienen información relativa a su contexto cronológico y cultural, su función y requieren también de una clasificación científica razonada. Como vemos, se trata de un análisis cientifico-cultural del objeto. Una de las funciones básicas de los investigadores en el museo. El museo en la actualidad sigue llevando a cabo funciones de investigación, siempre que éstas, como vemos en este caso, sirvan al resto de funciones del museo. Hay que remarcar también que las fichas de inventario-catálogo, remiten no solo a los fondos propiamente museográficos, sino también a fondos documentales y bibliográficos. Existen por tanto, tres bases de datos con fichas de inventario-catálogo.
La función de investigación en el proceso de control de fondos, no se reduce a la elaboración de fichas de inventario-catálogo. Puesto que Domus rompe la unidad al usar el número de inventario (se corresponde al de ingreso y registro como hemos visto) en el caso que objetos de un mismo contexto entren en días diferentes, se hace necesario que exista un instrumento que recupere esta unidad. Este es el campo de conjuntos museográficos y documentales, mediante el cual los investigadores podrán otorgar a los diferentes lotes un mismo número que los vuelva a unificar.
Todo lo expuesto demuestra que la investigación ocupa un peso clave en el proceso de control de fondos. Su intervención en momentos posteriores, como el proceso de gestión de fondos, es muy testimonial al reducirse a la elaboración de informes de investigación necesarios para movimientos externos de las piezas.

            La función de conservación aparece reflejada en Domus en la segunda fase del proceso del control de fondos: el de catalogación. Además de las tareas concernientes a los departamentos de documentación e investigación, que ya hemos descrito, el de conservación ha de elaborar en este momento un análisis del estado de conservación en el que se encuentra la pieza que acaba de ingresar en el museo.
Están ligadas a las fichas de inventario-catálogo. Reflejará tanto los materiales y su estado de conservación, las instrucciones para su correcta manipulación y los tratamientos a que haya sido sometido. Vemos aquí como los principales principios   que rigen la función de conservación aparecen documentados en la ficha de inventario-catálogo. También constará de un número de expediente correspondiente a un movimiento interno a corto plazo, si ha sido llevada al laborario de restauración. En un sentido similar , al elaborar informes de restauración también se ve implicado en el tercer momento de la documentación del fondo, el correspondiente a la gestión administrativa de estos. Éste requiere de la redacción de informes de restauración, como ya hemos avanzado, para movimientos externos. Normalmente el encargado de la gestión de fondos y movimientos es el departamento de documentación (como hemos visto), pero según el organigrama del museo, también puede encargarse el de conservación.


Las funciones  y su reflejo en el proceso documental de fondos administrativos y museológicos:
Hasta ahora hemos explicado el primero de los procesos que registra Domus, el de la vida de la pieza, pero a su vez, Domus, y, esta es su gran ventaja, también registra todas las actividades y funciones llevadas a cabo en los distintos departamentos. Se trata de fondos secundarios tanto museológicos como administrativos. Estos fondos se guardarán en la Base de datos de cada departamento y en una general llamada Archivo Administrativo, en la que se reflejarán la totalidad de las funciones.
Cada actividad generará un número de expediente en la base de datos Archivo Administrativo, que irán engrosando todos los documentos que se vayan generando por dicha actividad, manteniendo así la unidad  característica del sistema Domus. El número de expediente se forma indicando tanto el departamento que lo lleva a cabo (número de serie), como el objetivo - podríamos asimilarlo a función - más concreto del departamento (número de subserie).
La practicidad de este sistema se refleja en que todas las bases de datos son accesibles desde la base de datos administrativa. La base de datos de inventario-catálogo está integrada en esta base de datos administrativa y desde ella, los distintos departamentos podrán extraer información referente a informes de investigación o restauración, exposiciones donde ha estado la pieza, etc

Este Archivo Administrativo reflejará en las series correspondientes las diferentes funciones del museo por departamentos, ya que a cada departamento le corresponde una serie. Las subseries irán deglosando estas funciones. Algunas de estas funciones coinciden con las que se desarrollaron al documentar la vida de la pieza en el proceso documental del fondo. Es lo que ocurre por ejemplo en la serie de documentación en el que aparecen los ingresos en los diferentes libros de registro, ya sean fondos museográficos, documentales o bibliográficos; así como los diferentes movimientos internos y externos a los que ha sido sometida la pieza. La serie de conservación muestra dos subseries correspondientes a sus dos grandes funciones: conservación preventiva y restauración. La serie de investigación también muestra funciones que se desarrollan en la fase de documentación del fondo, como los informes para justificar movimientos y para elaborar la ficha de catálogo. Aparecen también funciones nuevas como los proyectos de investigación o aquellas referentes a servicios destinados a investigadores.
La novedad en el Archivo Administrativo es que es el primer momento en que aparece reflejada la función de difusión. Aparecen reflejadas sus distintas funciones. Se registran en esta base de datos desde publicaciones hasta documentación generada por el museo. Aparecen como es lógico estudios de público, evaluaciones y otros informes relacionados con la difusión; así como documentación referente a actividades paralelas como congresos o conferencias.



Las restantes series del Archivo Administrativo son la de dirección, subdirección y administración. No son funciones en si, pero son necesarias para la coordinación entre las diferentes funciones que hemos descrito.

            El sistema Domus no solo refleja las funciones, sino el alto grado de interrelación que se de entre ellas y eso teniendo en cuenta que está relación sólo se establece desde el punto de vista documental, aunque normalmente, dado que todas las actividades del museo deben quedan documentadas, podemos decir que las muestra casi todas.
La gran novedad y ventaja de Domus es, como puede verse en lo expuesto hasta el momento,  que favorece el intercambio de información entre los diferentes departamentos y funciones, así como el rápido acceso a la información desde cualquiera de ellos. El alto grado de interrelación funcional en el museo es en gran parte posible gracias a sistemas de documentación como Domus.
Este hecho es posible gracias a que Domus perfecciona los sistemas de documentación anteriores, adaptándolos a las actuales necesidades funcionales del museo. El sistema de expediente o contextual tenía el problema que los diferentes departamentos, a excepción del de documentación, no podían recuperar la información que volcaban en las bases de datos. El sistema catalán solucionaba este problema al disponer cada departamento de un archivo propio, pero en cambio su sistema de registro descontextualizaba la pieza. Con Domus, gracias a la ficha de inventario-catálogo que hemos explicado,  ambos problemas quedan solucionados al permitir  que cada departamento tenga su propio archivo sin que por esto pierda la pieza su contexto documental.

La interacción funcional que requiere el museo en la actualidad sería mucho más complicada sin una herramienta de gestión como Domus. El trabajo en equipo de los diferentes departamentos es así mucho más fácil. Uno de los principales peligros es que los departamentos tengan tan delimitadas sus funciones que ésto impida que interaccionen con el resto. El caso opuesto es igual de peligroso, ya que la participación de muchos departamentos en una misma tarea suele provocar una dilatación innecesaria en el tiempo. Ya hemos comentado a este respecto que, aunque  diferentes departamentos trabajen en diferentes tareas, siempre ha de haber uno que lleve la iniciativa.
El actual modelo de gestión Horizontal que caracteriza a los museos de nuestro país, difícilmente podría funcionar correctamente sin esta herramienta. De hecho, el mismo reglamento que consagra este organigrama, es el que plantea la necesidad de un sistema documental como Domus.

ARTÍCULO: La tasación en el museo y el código deontológico.


LA TASACIÓN EN EL MUSEO Y EL CÓDIGO DEONTOLÓGICO
por Ramón Ferreres
El presente artículo forma parte del proyecto final realizado para el curso de Museología de la Universidad de Alcalá de Henares.
La fuente de información principal son los materiales didácticos facilitados por la universidad para el seguimiento del curso.

En principio, a los conservadores de los museos no les está permitido tasar para particulares. Si que pueden hacerlo, como veremos, en determinados casos con el permiso del Estado o de la Administración autonómica correspondiente. No tasan a título particular, sino en representación de éstos. 
La tasación en el mercado, totalmente diferente a la tasación en el museo, es llevada a cabo por casas de subastas, galerías de arte, marchantes, anticuarios, corredurías de seguros e incluso por artistas e historiadores. No obstante, el museo debe permanecer totalmente separado de lo que es el mercado, ya que la deontología que se deriva de la práctica museológica se lo impide. El código deontológico marca la ética que han de seguir los museólogos, velando así por la correcta práctica de la profesión. Pone de acuerdo la labor de los profesionales con los objetivos, naturaleza y finalidad de la institución. El profesional del museo debe estar al servicio de los dos referentes del museo: el público y las piezas. En el caso de la tasación afecta, obviamente, a las piezas.
No seguir las directrices éticas en materias como la tasación puede entrar en conflicto con algunos los principios deontológicos del museo. Éstos principios con los que puede entrar en conflicto la tasación son:

- Los museos deben proteger y promocionar nuestro patrimonio. Este desempeño conlleva responsabilidades como contar con la suficiente financiación para llevar a cabo todas las actividades que son necesarias en el museo. En este sentido, la forma más práctica de incrementar la colección del museo son el depósito, la dación y la donación. Estas formas no supondrán ningún desembolso económico, y se podrá destinar esta parte del presupuesto a otros fines.

- Los museos deben adquirir, preservar y valorar sus colecciones para salvaguardar ese patrimonio. Por tanto, no podrá tasar con otros fines.

- Los museos tienen competencias que sobrepasan las estrictamente museológicas. Una de ellas es la necesidad de tasar las colecciones a efectos de seguros. En este caso sólo se podrá hacer público este valor a petición de las correspondientes autoridades gubernamentales o de otro museo.



- Las piezas de la colección de un museo superan las características de la mera propiedad, por su valor histórico, científico y cultural intrínseco. A este hecho hay que añadir que en muchos casos pueden tener afinidades con identidades de muy diversa índole. Este hecho hace estas comunidades deban ser tratadas con el máximo respeto.

- Por último, los profesionales han de atenerse a un código de conducta, como veremos a continuación, al hablar de las relaciones profesionales.

            La deontología de la tasación está relacionada tanto con la deontología de la relaciones entre los profesionales, como con la deontología de las adquisiciones.
Esta relacionada con la rectitud de la relaciones entre profesionales, ya que ningún profesional del museo puede adquirir para él piezas de naturaleza similar a las expuestas en el museo, ya que este hecho entraría en claro conflicto con los intereses del museo. En un sentido similar tampoco puede adquirir presentes que puedan poner en entredicho su imparcialidad en el ejercicio de la profesión. Es decir, no pueden aceptar ningún regalo que pueda persuadirle para comprar o ceder objetos. Esto es aplicable sobretodo en las relaciones de los profesionales del museo con particulares. Obviamente tampoco pueden actuar como intermediarios para comerciar con bienes del patrimonio cultural.
La deontología de las adquisiciones engloba, a mi entender, tanto la deontología en la tasación, como otros aspectos que hay que remarcar. Estos son, entre otros, los siguientes: En primer lugar, los museos deben seguir las directrices establecidas en el Plan de Colecciones que debe guiar la adquisición de las piezas; evitando que se adquieran obras que queden fuera del campo del museo, como tampoco obras que dadas sus características, el museo no pueda exponer ni conservar adecuadamente.
En segundo lugar, el profesional del museo no debe intentar engañar al ofertante. Este aspecto está muy relacionado con la tasación, ya que el engaño, en muchas ocasiones está relacionado con la puesta en valor del objeto. Esto no afecta solamente a la tasación de obras a particulares, como hemos visto, y que es una actividad que no ha de llevarse a cabo. Afecta también cuando es el museo quien adquiere las obras, ya  que siempre se ha de dejar al ofertante que haga la oferta y tratarle con respeto. No obstante, el museo siempre puede negociar. Lo que no puede hacer en ningún caso es aprovecharse del ofertante, como veremos más adelante.
En tercer lugar, las adquisiciones deben hacerse legalmente. Ha de probarse la posesión legal del objeto. Su no presencia, hace que éste no pueda ser adquirido por el museo. Es la única forma de prevenir el expolio y el tráfico ilícito.
Además, el profesional del museo nunca debe aprovecharse de su trabajo en éste. Por ejemplo es el caso que el personal del museo compre objetos procedentes de una baja. Los ingresos que obtenga el museo por la baja de colecciones han de repercutir en beneficio de la propia institución, nunca en el beneficio personal de alguno de sus trabajadores.

            El código deontológico de la tasación se puede resumir en separar los que es el mercado de las Administraciones públicas. No obstante hay casos en que la tasación es necesaria en el ámbito de los museos. En este caso, como hemos comentado, actúan en nombre del Estado o de la Administración autonómica correspondiente.
La tasación se da en las adquisiciones, en importaciones y exportaciones, daciones y seguros para préstamos de obras, daños y robos. Todos estos procedimientos obligan a los titulares de los bienes a fijar un valor económico concreto. En muchos de estos  casos, fijar un precio no es fácil.
En el caso de las daciones se suele poner en entredicho la tasación. Con las   compras directas se critican las cantidades desembolsadas. Visto ésto es lógico que los museos animen al depósito y la donación, en los que no has de enfrentarte a problemas de esta índole.
Vamos a ver estos cuatro casos y el peso de la tasación en cada uno.

En la  venta directa, las administraciones públicas han de contemplar el principio de control de gasto público y es que no en pocos casos, un excesivo desembolso en la adquisición de una obra, podría ser contraproducente. Pero no es tan fácil obtener una obra a un buen precio, ya que las Administraciones Públicas actúan en el marco del Derecho Privado y deontológicamente no pueden obligar al propietario a vender a un precio por debajo del que este considere justo. Normalmente el propietario ha tasado previamente el bien por otras vías. En caso que no hubiese sido así, el museo nunca debe aprovecharse del desconocimiento del valor real del bien por parte de su propietario; aunque esto suponga entrar en conflicto con el principio de control del gasto. No obstante no todo son desventajas para el museo ya que éste puede “aprovecharse” de los deseos del propietario de ver su pieza expuesta y revalorizada en un museo, sobre todo si hay peligro de que esta se disgregue por herencia u causa económica.
El museo, además, puede ejercer el derecho de tanteo en el caso de que la venta se efectue entre particulares, si considera que la adquisición del bien para el museo está justificada por el interés público. En este caso existe el riesgo que se incremente el precio si se sabe que la Administración Pública está interesada. Esto no sería ético por parte de los particulares, ya que cuando las administraciones quieren comprar un bien a un particular, si bien negocian, siempre respetan los deseos de éste, los particulares deberían hacer lo mismo.

No obstante, lo más práctico para el museo, dado que no supone ningún desembolso económico por su parte, es la dación, el depósito y la donación.

La dación favorece la adquisición de bienes sin que, como sucede con la venta directa, se desembolsen cantidades de dinero. Se da que muchos particulares que poseen bienes correspondientes al Patrimonio Histórico, han de pagar importantes cantidades en impuestos. La dación consiste precisamente en que se efectue el pago de esas tasas mediante la trasferencia de parte de estos bienes. Aquí, a diferencia de la venta directa, la oferta no la hace el titular del bien, ya que obviamente podría optar por la sobrevaloración de los bienes. Éste es uno de los pocos casos, junto con el apremio sobre el patrimonio, en que la administración pública tiene la iniciativa en la tasación del bien. En estos casos, para tasar el bien, interviene la Junta de Calificación, Valoración y Exportación. En el resto de casos de adquisición, la Junta “sólo” interviene de forma determinante emitiendo un informe favorable o no.
Este procedimiento no está exento de polémica ya que en muchos casos se critica la elevada tasación de determinados bienes, o simplemente, por el hecho de que esos bienes no tenían suficiente interés. En este sentido, hay que tener en cuenta que la intención del procedimiento de dación no es que algunos titulares busquen una salida fácil a las deudas contraídas mediante la entrega de bienes.

La donación le supone al donante la posibilidad de acogerse a beneficios y exenciones fiscales. Es por este motivo que debe realizarse la tasación. No obstante, como en el caso de la dación, no debe realizarse simplemente para beneficiarse de esas ventajas.
El contenido de la donación  puede tratarse de bienes del Patrimonio Histórico, pero también de equipamiento o dinero.

El depósito, a diferencia de los casos descritos hasta ahora, no se trata de una adquisición, sino de un préstamo. Los depósitos requieren un contrato de responsabilidades y contraprestaciones en el caso de depósitos de titularidad privada en un museo publico. La tasación es realizada por el titular del bien aunque puede ser asesorado por el conservador que recibe el depósito. Dado el papel del titular del bien en la tasación es normal que se ajuste bastante más a los precios del mercado que los depósitos de titularidad pública. Además, el titular tenderá a aumentar ese precio ya que tiene muchas más responsabilidades que el depositario.

La tasación también se da a efectos de seguros. En este caso la tasación es llevada a cabo por los conservadores del área de conservación e investigación ya que son ellos los que conocen realmente su estado y características. La tasación en este caso no debe estar nunca por dejado del precio de mercado, y además deberá también reflejar los valores añadidos que posee la obra y que están asociados a su condición de patrimonio público.  A este respecto, se tienen en cuenta valores como la posibilidad de reponer la pieza, su valor en relación al resto de la colección, que se trate de un ejemplar escaso o valores excepcionales. También hay otro tipo de variables a tener en cuenta; relacionadas con la contratación de la póliza y que hay que tener en cuenta para que la prima del seguro no se dispare. En esta tarea el conservador debe tener en cuenta el estado de la pieza, el indice de riesgo, el tiempo y las condiciones de desplazamiento, así como las condiciones de transporte y el tipo de destino.
Lo ideal en este caso es que la tasación a efectos de seguros cubra las “necesidades” de la pieza, pero sin que el precio del seguro suponga un desembolso desorbitado.